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Font: Levande EMVVicente Aupí
La ola de frío que hemos tenido en la primera quincena de febrero no ha sido ninguna broma. Y no me refiero sólo a lo sucedido en países como Ucrania, Rusia y Polonia, sino también al caso de España. Se han batido récords de frío, la invasión de aire polar ha sido muy intensa y su persistencia, extraordinaria. Mucha gente anda en debates comparativos entre esta ola de frío y algunas de las más famosas de los últimos tiempos, pero los datos zanjan cualquier discusión. Tal como confirman los registros de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), para muchos lugares esta primera quincena de febrero ha sido la más fría desde la de 1956. Los hielos del 56 han regresado 56 años después. En estos tiempos en los que el tema recurrente parece lo del calentamiento global, semejante efeméride es para tomar nota.
Los que andamos con las cosas del tiempo estamos acostumbrados a ver, de cuando en cuando, que cae un récord: que si un día se registra la temperatura más alta de julio, que si en tal sitio concreeto se observa la temperatura más baja de enero... Pero hablar de la primera quincena entera de febrero más gélida en 56 años y no en un lugar concreto, sino en muchos, es algo más que un acontecimiento. En la Aemet se empieza a analizar ahora el episodio, pero el récord ya está confirmado para Valencia, Alicante y otros muchos observatorios de la Comunitat Valenciana. En estos casos, esta primera quincena del mes de febrero sólo tiene un precedente más frío desde el año 1938 (cuando se instaló el observatorio de Valencia-Viveros en su emplazamiento actual), y ese precedente es febrero de 1956, el mes que batió todos los récords de bajas temperaturas del siglo XX.
En Valencia, la temperatura media de los 16 primeros días de febrero de 2012 ha sido 4,4 ºC inferior al promedio del período de referencia 1971-2000, que se toma como patrón en los estudios climáticos. Esa anomalía es todavía más acusada en el caso de
Alicante, donde llega a los 5 ºC. Y hemos de tener en cuenta, especialmente en lo que concierne a Valencia, que el aire siberiano que hemos tenido encima
se ha merendado la isla de calor urbana. En 1956, cuando el Observatorio de Viveros llevaba 18 años en funcionamiento, el efecto isla de calor era mucho más moderado que en la actualidad, tal como acreditan las curvas mensuales y anuales de temperatura de Valencia si las comparamos con los observatorios del entorno rural. Por tanto, si restáramos ese efecto de la isla de calor, los datos de febrero de 2012 serían todavía más fríos.
Le pido datos al colega José Ángel Núñez, jefe de Climatología de la Aemet en Valencia, y me subraya que este episodio de 2012, esta primera quincena glacial, ha tenido tres oleadas muy claras en las que la invasión de aire siberiano ha sido más acusada, según se observa en la gráfica de temperaturas. Es un paralelismo significativo, ya que eso es lo que sucedió en febrero de 1956, aunque en este caso podemos hablar de que el episodio duró todo el mes. Lo describió muy bien en su día Inocencio Font Tullot, uno de los padres de la climatología española, quien en su estudio sobre febrero de 1956 identificó el inicio de las tres oleadas de la invasión de aire siberiano los días 1, 8 y 17. Según él, más que de tres invasiones de aire siberiano se trató de «una sola en tres oleadas», lo que marcó uno de los meses más singulares, por lo frío, de la historia de la climatoloogía española. En Valencia y Castelló, los termómetros llegaron a los -7,2 y -7,3 ºC, respectivamente, temperaturas que no se han vuelto a alcanzar.
Respecto a 2012, la gráfica de temperatura media estimada para la Comunitat Valenciana, elaborada por la Aemet, muestra claramente tres oleadas en torno a los días 3, 8 y 12 de febrero. Son paralelismos con el episodio del 56 que no dejan de sorprender, así como la coincidencia de que lo de 2012 se haya producido justamente 56 años después del año 1956. Probablemente, la gran diferencia entre ambos episodios se deba a un invitado nada grato que se nos ha colado en 2012: el viento. En 1956, durante los días clave reinó la calma, lo cual supuso temperaturas mínimas extraordinariamente bajas que dejaron el campo valenciano arruinado, como en muchas otras zonas de la España mediterránea. Pero este año, el viento ha sido protagonista en muchos sitios, especialmemte en las comarcas del interior, y como ya contó en estas páginas de Levante-EMV el colega José Luis García, en algunos casos la acción combinada de las bajas temperaturas y
rachas de viento del orden de los 100 kilómetros por hora depararon sensaciones térmicas de unos -26 ºC.
Todo esto nos concierne en una visión local, pero lo más sobresaliente de este mes de febrero, en lo meteorológico, ha sido la extensión territorial del temporal de frío. Los grandes episodios tienen como rasgo destacado que los hielos se extiendan miles de kilómetros, y sin recurrir a los balances de víctimas mortales por congelación en países como Ucrania, Polonia y Rumania, me quedo con la imagen de los ríos europeos congelados por doquier. De la misma forma que hace nueve años se estudió la excepcionalidad del verano récord de 2003, quizá
merezca la pena analizar el comportamiento climático de febrero de 2012.